Eva, una trabajadora de una multinacional de moda, relata su lucha y victoria contra la empresa, apoyada por ADELA, el Grupo de Auto Defensa Laboral de la Asamblea Popular de Carabanchel. “Animo muchísimo a todo el mundo a buscar información, a conocer todos los recursos que tenemos los trabajadores, a no aceptar cualquier cosa, porque la empresa nunca va a salir perdiendo”.
«Soy diseñadora y desde hacía un año y cuatro meses estaba trabajando en una multinacional de moda en Madrid. Desde el principio las condiciones laborales a nivel de organización, carga de trabajo, falta de personal y equipo de trabajo, eran un desastre. Con la ilusión de empezar en un sitio nuevo, yo me iba adaptando.
Pero con los meses, la situación se volvió insostenible para mí: mudanzas de un departamento a otro, cambios de jefe, más volumen de trabajo, no tener compañeros directos con los que trabajar, y un largo etc. Llegó un punto en que, después de una reunión donde se metía aún más presión con las fechas y resultados sin dar ninguna facilidad, colapsé de ansiedad.
Esto se hizo un bucle cada vez más grande, iba a trabajar con muchísima ansiedad bajo las órdenes de «si a ti te dice que cambies algo, lo cambias y ya», anulando por completo mi trabajo. Hablé un par de veces con mi responsable, que coincidía en que las circunstancias no eran buenas, pero no me ofreció ninguna solución. Al final, la ansiedad y el ponerme a llorar en el trabajo por rabia e impotencia hicieron que el médico me diera la baja laboral.
Yo tenía claro que no quería volver a un entorno así con esas condiciones. En parte me sentía «débil» porque sabía que todos mis compañeros estaban igual pero aguantaban, pero yo no entendía por qué alguien tiene que aguantar algo que le come por dentro simplemente por un sueldo a final de mes. Sentía que mi estabilidad emocional valía mucho más que todas las horas que le daba a una empresa con la que no estaba nada de acuerdo en su filosofía.
No tenía ni idea de qué hacer. Yo me había mudado a Madrid por este trabajo, y volverme sin nada me parecía injusto cuando eran ellos los que no habían cumplido con las condiciones que se habían acordado. Mi hermano, que me había enviado hace tiempo episodios del podcast «Abajo el trabajo«, me sugirió escribirles y preguntarles si se les ocurría qué podía hacer o dónde podía acudir.
Me hablaron de ADELA, y me recomendaron ir a una de las asambleas. Allí les expliqué mi caso y me dieron mil opciones y muchísimos ánimos para enfrentarme a un gigante como mi empresa. Me guiaron en todo el proceso: enviar un burofax a la empresa y poner una papeleta de conciliación para ver cómo respondía la empresa. Pero lo más importante en lo que me ayudaron es a entender que no somos los trabajadores los que tenemos que dar gracias por tener un sueldo a costa de todo; no todo vale. Dejé de sentirme egoísta por luchar por tener unas condiciones laborales dignas, y pensé que a lo mejor mi acto podía ayudar a otros compañeros a seguir los mismos pasos.
No deberíamos vivir para una empresa, trabajar es un medio para vivir, no al revés. Las empresas se aprovechan de la falta de información de los trabajadores, del miedo a perder una pseudo seguridad económica, o de las ataduras económicas de la gente que no puede enfrentarse a perder un trabajo, por horroroso que sea.
Animo muchísimo a todo el mundo a buscar información, a conocer todos los recursos que tenemos los trabajadores, a no aceptar cualquier cosa, porque la empresa nunca va a salir perdiendo. Si nos organizamos todos, no tendrán más remedio que empezar a valorar que sin los trabajadores no habrían empresas.
Muchísimas gracias de nuevo por todo el apoyo. Escribo esto tras salir del acto de conciliación con la empresa, que, habiéndose negado a revisar mis condiciones laborales, ha optado por despedirme. Ahora me siento libre y ganadora, y tengo muy claro qué no voy a volver a aceptar.»