La mentira de los huevos de gallinas felices

Gaëlle Diego

Sería increíble un mundo en el que la explotación animal estuviera completamente erradicada, pero no tenemos por qué pensar en ello como una utopía, puesto que ya hay pasos que se están dando en pos de ese mundo mejor.

Esto es lo que se intentó mostrar el domingo 25 de febrero en la plaza del Callao en Madrid, donde un grupo de activistas de Madrid Animal Save se reunieron para dar voz a aquellos que, a pesar de que la tienen, no se les quiere escuchar. Son los animales no humanos, en este caso las gallinas, las “gallinas de los huevos felices”.

Y es que esto de las gallinas felices es una absoluta falsedad, puesto que, lejos de ser felices dadas sus enfermedades y su debilidad ósea por culpa de la selección genética, por mucho que toquen suelo y no vivan del todo hacinadas, están siendo igualmente esclavizadas durante 18 meses para después ser brutalmente transportadas y asesinadas.

El 70% de las gallinas que son explotadas en España son las denominadas “de jaula”, y el 90% de los huevos consumidos en el Estado español pertenecen a este tipo de gallinas explotadas. Éstas viven hacinadas en jaulas diminutas donde se les enganchan sus patas a los alambres que las sostienen, no pueden ponerse en pie, ni mucho menos tener un comportamiento natural. Al nacer se les corta el pico con cuchillas calientes y sin anestesia, y siendo éste su órgano sensorial más importante, sufren mucho dolor, e incluso pueden llegar a morir por infección o inanición. El cortarles el pico es para perpetuar el beneficio económico de la industria. Las gallinas sufren mucho estrés por las condiciones deplorables en las que están, y se atacan entre ellas o a sí mismas y por tanto les cortan el pico, y el problema del canibalismo por estrés queda resuelto por mutilación.

Conviven entre sus propios excrementos y junto a los cadáveres de las que no consiguen sobrevivir. Generalmente se las mata estando conscientes a pesar de lo que dicta la ley, degollándolas con máquinas o manualmente.

De la misma manera que la vaca lechera no existe, ni hay vacas que ríen ofreciendo a los humanos sus fluidos mamarios, tampoco hay gallinas felices de entregar a los humanos sus huevos. Huevos que ponen de manera desproporcionada, llegando a los 300 al año, cuando de manera natural y salvaje pondrían entre 12 y 15 huevos anuales. Pero por la selección genética producen dicha cantidad ingente con sus derivadas consecuencias, como son los problemas en sus huesos, dolores terribles, fracturas y parálisis por la falta de calcio que necesitan para formar las cáscaras del huevo.

Otro de los horrores de esta industria lo experimentan los pollitos macho siendo descartados por no ser útiles. El descarte de los pollitos significa ser asfixiados o triturados vivos a las 24 horas de nacer.

Y es que la mentira y la manipulación a la que estamos expuestos, y a la que una vez más sucumbimos por el mero hecho de actuar en base a lo preestablecido y a la normalidad instaurada, nos hace perder el norte de la moralidad. Y vivimos en la falacia de que lo “normal” es lo que está bien, pero no por seguir la norma estamos siendo coherentes, lógicos y ni mucho menos buenas personas. A la industria ganadera y a la avícola no les interesa que nos replanteemos nuestros actos. Muchos viven más cómodos sin pensar en si sus acciones son o no inmorales, es más fácil no mirar la realidad que impera, lo dice una que ha estado ahí, en la ceguera “elegida”.

Pero los animales son seres sintientes, conscientes de su propia vida y capaces de sentir dolor y alegría, y son maltratados, explotados, ignorados y asesinados. Las gallinas son seres muy inteligentes, sociables y conscientes de la horrible realidad que viven, y necesitan de nuestra ayuda, debemos asumir que al consumir huevos estamos siendo cómplices de lo aquí nombrado.

Nunca es tarde para replantearse vivir en el respeto y la compasión, y no poner nuestro paladar por encima de la vida de nadie.

HEMEROTECA

Solidaridad en Acción

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