F. K. / desinformemonos.com
Es un ataque esperado. Todo el mundo sabía que Macron lo traería. No es solo aumentar el límite de la pensión de 62 a 64 años, eso es simbólico, por supuesto; es privatizar el sistema de pensiones donde la pensión dependerá de la empresa para la que trabajes. Ya el 25% de los más pobres no llegan nunca a cobrar una pensión, y la mayoría de la gente cobra pensiones reducidas de 600-700 euros que no es nada en Francia (de los 1.200-1.300 euros que seria “normal”, que serán casi imposibles de conseguirse si uno tiene que trabajar continuamente sin descansos por toda la vida).
Así empezó la reacción de los sindicatos, que incluso los afiliados al Partido Socialista de donde viene Macron ya no consiguen hablar con él: el “Rey”, como aquí se refieren a él, ha roto todos los lazos con este mundo. Los más grandes sindicatos, CGT, CFDT, FSU, CGC-UGC, Solidaires, han estado tomando decisiones conjuntas desde el 7 de marzo para continuar con las huelgas. Sabíamos que reaccionarían, sabíamos que sería difícil para Macron aprobarlo, lo que no podíamos imaginar es que durante los últimos siete días la ciudad estaría permanentemente habitada por personas que antes estaban como prisioneros en sus casas y se rebelaron de esa prisión.
Así que desde el 7 de marzo hemos visto a todo el mundo salir a la calle. Desde el principio pareció que no se trataba solo de una huelga en el sentido sindical habitual en Francia. Estudiantes que llevan demasiado tiempo sufriendo una enorme represión por parte de la jerárquica universidad francesa, colectivos feministas, trabajadores de todos los sectores imaginables, trabajadores de la limpieza, bomberos, enfermeras, repartidores, indocumentados, familias con sus hijos, grandes bloques en las marchas de mujeres inmigrantes kurdas con bailes y música, con canciones guerrilleras, gente de todas las edades, demasiados griegos que no podíamos imaginar que hubiera tantos en París, todos los sindicatos con sus colores y coches viniendo al frente de las marchas, los del black bloc vacilantes al frente sin tirar ni una piedra en un principio.
El 8 de marzo un poco más tranquilo, menos represión, pero una marcha popular inmensa con bloques feministas y LGBTQ. Todas las “razas”, todos los colores. La lluvia imparable corta un poco la marcha, pero la mayoría de la gente se queda dentro, se vuelve más colorida porque la mayoría de los parisinos conocían ya el tiempo, lo habian buscado y llevaban paraguas de miles de colores. Una gran marcha de paraguas con eslóganes ruidosos; una calle, en la que suele predominar el poder macho de la ciudad, ahora segura para todas. Los cafés de alrededor, normalmente llenos de gente de oficinas, ahora llenos de punkis con el pelo rosa y rojo, chicas con burka y maquillaje de algún futuro muy futurista, francesas elegantes y enfadadas, señoras de la limpieza corpulentas, grupos de mujeres de varios países africanos, algunas mujeres desnudas gritando a los camareros, los tenderos sin saber qué hacer. Guardan silencio y hacen su trabajo. Chicas de varios sindicatos reparten convocatorias de marchas feministas. La ley de pensiones les afecta sobre todo a ellas.
En Francia, ocupaciones en fábricas, centrales nucleares, refinerías, puertos, almacenes…
Fue el comienzo de una gran agitación con 500.000 personas en París y marchas muy grandes en todo el país. La represión siempre presente, la policía francesa actuando como legiones, cámaras por todas partes, reciben órdenes de los puntos centrales de vigilancia, ven a un manifestante considerado peligroso y literalmente 40 policías se abalanzan sobre él para someterlo. Eso es lo que hicieron todo el tiempo en los primeros días. Lo hacían incluso en enormes avenidas llenas de decenas de miles de personas, porque estos grupos especiales de policía están entrenados para la guerra urbana.
Con las grandes manifestaciones en marcha, todo cambió el 15 de marzo. Macron se dio cuenta de que los numerosos diputados del partido conservador de la derecha (republicanos) no dejarían que el proyecto de ley se aprobara en el Parlamento y lo forzó sin votación con el artículo 49.3 —lo ha utilizado otras veces—, algo como un decreto presidencial. El mismo día en la place de la Concorde una marcha “prohibida”, marcha espontánea de sindicalistas y de gente suelta, se bloquea y se rodea de muros de acero y camiones de policía, sin salida física. Esto aquí se llama “nasse” y está prohibido en Francia. Es una “costumbre” colonial. La situación se descontrola, la gente se pone violenta, rompen el pavimento de la calle de la plaza, hacen barricadas por todas partes con las láminas de las obras olímpicas, hay muchas detenciones. La policía sigue actuando tan metódicamente como en días anteriores.
El día 16 ha cambiado todo. Hay muchas convocatorias por todas partes, no entendemos nada, no entendemos cómo va a funcionar esto. En cuanto anochece en el distrito 13, sin convocatoria la gente camina por en medio de las carreteras y bloquea el tráfico, gritan que van a tomar la cabeza de Macron, queman toda la basura que encuentran en su camino. El distrito 13 abajo de place d’Italie tiene demasiadas casas sociales y ahí se juntó el barrio con gente que venía de todas partes. ¡Lo rompieron, lo quemaron todo! Otra marcha desde place d’ Italie se une con las del distrito 13.
Una sensación muy extraña. No fue exactamente que salieron a hacer eso. No pudieron evitarlo, simplemente querían estar en la calle gritando eslóganes, no porque haya una marcha que estén siguiendo, sino porque la policía no les deja estar en la calle. “!París levántate!”, están gritando. Un francés de 70 años camina solo y prende fuego a toda la basura acumulada por los dias, rompe ligas callejeras, algunos asiáticos de la ciudad china del 13 le siguen. Todos los metros a su alrededor están cerrados. El barrio hace pequeñas marchas espontáneas por todas partes. Al sur del 13, en la frontera con los suburbios, la gente bloquea los tranvías que aún circulan, quema las paradas de tranvía, se reúne ante las sedes ya ocupadas de los trabajadores de limpieza. La policía les sigue a todas partes. La gente huye, no les importa enfrentarse, dan vueltas por toda la zona. Las marchas se unen y se separan todo el tiempo, consignas por todas partes en las paredes, especialmente en las paredes de inmobiliarias que promocionan en sus escaparates pisos de 25 metros cuadrados a la venta por un millón de euros. Durante 5 horas corriendo, gritando consignas, en grupos de diez, cien, mil, dependiendo de si consiguen juntarse a causa de los ataques de la policía.
Las marchas se disuelven un poco y la gente abandona el 13 y se dirige a Bastille en metro y a los alrededores del metro Opera. En Bastille otra nasse mantiene a la gente encerrada sin poder salir. La policía quiere enviar a la gente a casa, cansándola. No lo consigue. En Opera es el caos. Por todas partes, en todas las callejuelas, gente innumerable camina por la calle al grito de “¡París, levántate, no te duermas!”. A las doce de la noche, a las tres de la mañana, la escena en la zona es irreconocible. Hay barricadas por todas partes para impedir el paso de los camiones policíacos, todas las barricadas hechas con las láminas de las obras de los próximos Juegos Olímpicos. La gente canta “¡Estamos aquí, aunque Macron no lo quiera, estamos aquí!”. Los propietarios de las tiendas de comestibles y minimercados, que muy a menudo son egipcios, marroquíes, argelinos, etc., quedan abiertos hasta tarde ofreciéndoles a los manifestantes comida, cerveza, lo que sea. En los callejones pasa la policía con sus unidades motoristas. Otra vez la gente corriendo.
A la mañana siguiente, pequeñas concentraciones por todas partes, pequeñas marchas en las aceras entre la gente que va a trabajar. Bocinazos en la calle para la gente que se manifiesta. Los sindicatos cierran las carreteras de París. Todas las carreteras de las afueras están bloqueadas. Los camiones de la basura salen y vacían la basura en las zonas ricas. En cinco ciudades de Francia hay operaciones de “bloqueamientos urbanos”, todas las entradas a las ciudades están bloqueadas por los sindicatos. Nada entra, nada sale. En un vídeo una señora de 60-70 años en silla de ruedas, junto con cinco sindicalistas, se sienta con la silla de ruedas en las vías delante de un túnel para impedir que pase ningún tren.
La lucha de los trabajadores de la limpieza es simbólica. Nunca se les ve. Casi siempre son hombres negros o “árabes” de los suburbios. Siempre me sorprendía porque cuando les veía vaciar la basura de las casas de camino al trabajo maldecían a los residentes. Decían: “Ni siquiera se sabe dónde va el reciclaje y dónde la basura, los parisinos son esnobs y gilipollas”, “somos invisibles”, decían. “Ahora somos visibles en todas partes”. Todas las noches se quema la basura amontonada por los manifestantes. La alcaldesa Anne Hidalgo dice que apoya su huelga, pero a escondidas envía a empresas privadas o soldados a recogerla. Uno de los “basureros” nos lo cuenta frente a la planta de tratamiento de basuras del distrito 13, el 21 de marzo a mediodía: “Es muy bueno que tengamos mil estudiantes fuera ahora mismo. Mantienen ocupada a la policía. La policía no puede estar en todas partes a la vez. Hoy nos han citado a algunos; están muy, muy molestos porque tienen que recoger la basura. Pero nada consiguen, por la noche nosotros vamos y la vaciamos otra vez”. Fuera de la fábrica, cada coche que pasa toca el claxon en apoyo de los huelguistas y los estudiantes. Diez furgonetas policíacas a poca distancia recuerdan a la gente que están siendo vigilados. Comienza una marcha ilegal de estudiantes, con convocatoria de organizaciones políticas de izquierda no parlamentaria.
En las zonas ricas la gente está molesta: dicen que la ciudad no puede oler así. La verdad es que París olía antes, y peor. Moho, humedad, ratones por todas partes. Peor porque aquí el arte del urbanismo es hacer que parezca todo bonito. Por dentro las casas están podridas, los espacios públicos para sentarse solo poco rato, piedras y bancos estrechos para evitar que los 300.000 sin techo de París duerman junto a las hermosas plazas, cualquier puerta está enrejada. Solo en verano esto cambia. Normalmente los inmigrantes se apropian de los jardines de las terrazas, que están hechas precisamente para que no se pueda relajar alguien ahi.
A partir del dia 18 profesores universitarios y estudiantes masivamente empiezan a sumarse a la huelga. Se ocupan 400 institutos y 80 universidades.
Las marchas continúan así en muchas ciudades como Nantes, Rennes, Caen, Lyon (terribles enfrentamientos), Marsella (el bloque antifascista marsellés es enorme y envidiable). De todas formas, el domingo 18 habían organizado un carnaval. El Ayuntamiento lo prohíbe; el carnaval se celebra de todos modos, pero se ahoga en lacrimógenos.
Así hasta el día de hoy. Existe una gran inquietud por ver cómo continuará todo. Parece que la gente no puede evitarlo. Probablemente sea temporal y pasajero. Sin embargo, en este momento sentimos que todo es posible en el sentido de que podemos pensar que por fin hay una perspectiva. Ahora todo está en su sitio. La realidad es la manifestación, la gente que veo en las marchas habita la ciudad superando la tortura de una cotidianidad repetida y sin objetivo, la excepción hoy es el trabajo. Mucha gente sigue trabajando, por supuesto. Pero mucha gente lo percibe como una excepción: lo que quieren es participar en la otra realidad que ya habita la ciudad.
Ayer (viernes 24) se disiparon los miedos. 800.000 personas en París. Toda la semana se preparó para la marcha de ayer. Nunca había visto tanta gente en mi vida y no sé si volveré a hacerlo. La verdad es que no entendí muchas cosas de la marcha. Había tanta gente que no entendía lo que pasaba. Marcha de la Bastilla a la plaza de la República y de ahí a la Ópera. Marchas paralelas más pequeñas alrededor. Avenidas cerradas con 100 furgones policiales e innumerables policías. Eran demasiados. La multitud irrumpió en bancos y multinacionales que suelen estar vigilados, gente en los balcones saludando y lanzando fuegos artificiales. En Burdeos quemaron el ayuntamiento, la gente tiró basura en las casas de los diputados; en Lyon se quemó una comisaría. En las ciudades más burguesas, que son las “ciudades bonitas”. Marsella tuvo recientemente 200.000 personas en las marchas.
En París las multitudes inventaron todas las formas posibles de manifestarse. Con ánimo militante, con pancartas, con muñecos improvisados, consignas con juegos de palabras, ataúdes improvisados, caricaturas de Macron, gente con paraguas y láseres para cegar a la policía, música, un bloque estudiantil inmenso, los sindicatos también, la marcha era prácticamente del tamaño de su recorrido: no había final ni principio.
Esperamos que continúe, hoy vuelve a haber convocatorias. Todo es posible, pero también es probable que sea pasajero. Cada día que pasa merece la pena. Gente de Grecia nos dice que quiere venir solo por esto. Griegos, de otros países también. Tres millones y medio en toda Francia en las calles. No es Mayo del 68, no son los chalecos amarillos. Es algo nuevo, diferente, no importa si era más grande o más pequeño. Pero fue tan inesperado, estaba ocurriendo delante de nosotros y no nos dimos cuenta ni lo creíamos hasta hace una semana.
Macron está preparando un asalto total. Trabajo obligatorio y declaración como ilegal de la huelga en las refinerías Total. Quiere evitar a toda costa la escasez de y doblegar a la CGT, que es tradicionalmente el sindicato más a la izquierda (un millón de afiliados), con todos los problemas que tiene. Si lo logra, el CFDT, el segundo sindicato más grande, hará lo que siempre ha hecho: empezar a negociar solo para sí mismo algunas concesiones en la era post-reforma. Las fuerzas policiales del país, desde hace una semana en pie, ya no pueden correr. Macron prepara nuevos cuerpos para la policía. Es necesario que se conviertan los lugares de huelga ocupados en centros de resistencia, más allá de la acción callejera. Esto será crucial en el próximo periodo.
Una nota. El sindicato Sud Solidaires Rail (ferroviarios) nos hizo el honor de poner delante de una de las marchas nuestra pancarta por el asesinato de Tempe en Grecia. Nos emocionaron, ellos tambien habían perdido gente en otro “accidente” en 2013. Ya habían sacado un comunicado sobre el accidente de Tempe antes de que habláramos con ellos. Les dijimos las consignas que escribiríamos en la pancarta, habían pensado exactamente lo mismo…
*En el texto, el compañero griego F.K. (él mismo dice que no tiene importancia su nombre porque lo que describe pertenece a la memoria colectiva) comparte momentos, imágenes, realidades, sentidos y sentimientos de las calles de la Francia en llamas.
Traducción del griego de Evgenia Michalopoulos.