Las actas de la policía que Ayuso no quiere hacer públicas y que confirman lo que contaban las trabajadoras

Cadáveres de personas mayores acumulados en el interior de las residencias, falta de cuidados paliativos y de materiales de protección. Los relatos que realizaron trabajadoras de las residencias a El Salto se confirman con las actas policiales

Sara Plaza Casares
El Saltodiario

Mientras el Gobierno de la Comunidad de Madrid, presidido por Isabel Díaz Ayuso, ha recurrido a los tribunales para que las actas policiales recogidas en las residencias durante los días más duros de la pandemia no salgan a la luz, siguiendo el mandato del Consejo de Transparencia de la Comunidad de Madrid, la Cadena Ser ha hecho públicos estos documentos el pasado 12 de febrero.

Se trata de más de 200 actas en las que se recoge el caos en la gestión de la COVID, con cadáveres que se iban acumulando en su interior, y la utilización de los llamados “protocolos de la vergüenza”, documentos redactados por el Gobierno de Ayuso, que indicaban la no derivación a hospitales de personas enfermas en función de sus capacidades físicas o cognitivas.

Así, se recoge por ejemplo que el día 5 de abril de 2020 la Policía Municipal de Madrid acudió a la residencia Ballesol, donde su directora relató a los agentes que necesitaba, de forma urgente, que se llevaran a los tres mayores que habían fallecido y que seguían en el centro. Una de las personas había muerto 48 horas antes y las otras dos el día anterior. O que el 6 de abril, en la residencia Amavir de Puente de Vallecas, encontraron a tres personas fallecidas.

Estas actas también describen a mayores con trastornos cognitivos “deambulando sin control” en la residencia o falta de materiales de protección para las trabajadoras, mientras algunos directores de estos centros denunciaban “abandono” por parte de la Comunidad de Madrid.

Denuncia de las trabajadoras

Durante los días más duros de la pandemia, trabajadoras de estos centros describían estas situaciones a El Salto. A finales de marzo, y mientras la UME se encontraba inspeccionando algunas residencias de mayores de todo el Estado, trabajadoras de las residencias públicas de la Comunidad de Madrid pertenecientes al Movimiento Asambleario de Trajadores de Sanidad (MATS) describían así la situación a El Salto: “Los cadáveres permanecen en las residencias a veces de 24 a 48 horas sin que nadie se los lleve. En la residencia de mayores de Alcorcón un señor que había fallecido se ha tirado en la habitación 38 horas”, aseguraban el 26 de marzo.

Explicaban también la falta de materiales de protección. El 19 de marzo, desde la residencia Parque Coímbra, una trabajadora aseguraba: “Hemos estado todo este tiempo sin materiales de protección, entrando y saliendo de la residencia, nosotras y compañeras que doblan en otras residencias. El lunes nos trajeron mascarillas de papel. Me cuentan mis compañeras que hoy han llegado las mascarillas homologadas a mi centro. Pero solo han traído para enfermeras y para doctoras. Nosotras tenemos que ponernos doble mascarilla de papel”. Esta trabajadora relataba también el caos protocolario: “La semana pasada murió una mujer y no sabemos de qué. Nos han mandado que demos paracetamol a 200 personas tres veces al día para que no se desarrollen síntomas”.

Ya en aquel entonces, trabajadoras del MATS avanzaban a El Salto la utilización de los “protocolos de la vergüenza” que finalmente saldrían a la luz. Explicaban que cuando los síntomas de los mayores se agravan no eran conducidos a hospitales y exigían que se firmen protocolos de cuidados paliativos dignos. “Ni las noches están cubiertas por médicos. Hay gente muriéndose en las residencias de mayores sin esos mínimos”, expresaban.

Desde la Gran Residencia, ubicada en Carabanchel, otra trabajadora describía lo que estaba ocurriendo como una “película de terror”. “Hemos estado con los residentes paseando a su libre albedrío hasta hace dos días. Tenemos muchos aislados, fallecidos llevamos unos cuatro, pero no estoy segura porque no nos dan información, ni material. Tenemos una mascarilla que nos dijeron que debía durar para al menos una semana. Nos hemos hecho un uniforme con unas bolsas de basura para protegernos un poco”, explicaba.

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