Marea de Residencias
Después de cuatro años de lucha por esclarecer la verdad de la masacre ocurrida dentro de las residencias durante los meses de marzo y abril de 2020, con resultado de 7.291 personas fallecidas cuyo único delito fue vivir en una residencia y ser dependientes física o cognitivamente, a los que sin lugar a dudas les llevaron a una muerte sin parangón en la historia de la reciente democracia de este país usted y sus cómplices, estas semanas últimas de febrero han sido convulsas. Todos los días nos asaltaban declaraciones horrorosas, crueles, dañinas, inimaginable que salieran de la boca de una persona a la que lamentablemente han votado una mayoría de madrileños y madrileñas, y que con soberbia, prepotencia y maldad dice ser la presidenta de esta comunidad.
7.291 será un número que la perseguirá el resto de su vida, porque de eso nos vamos a ocupar los familiares. ¿Qué pensará su hijo cuándo oiga nuestras quejas y sus exabruptos? Creo que ya le está preocupando, presidenta, de ahí su malestar e inquietud por callarnos.
Ya que los jueces y fiscales se han olvidado de su labor, por la que cobran de la ciudadanía, aquí seguimos y seguiremos hasta que las fuerzas nos abandonen, para eso queda mucho, gritando a los cuatro vientos que queremos investigación, justicia, reparación y dignidad para los que dejaron morir encerrados, abandonados en la más miserable y horrible muerte. Ellas y ellos, que sufrieron una guerra y posguerra, que levantaron un país y que nos legaron unos derechos que les arrebató en su último aliento.
No nos van a callar, aunque “ella” ya lo intenta a diario. Nos impide salir en los medios, pobrecillos vendidos a sus subvenciones; veta ya hablar acerca de residencias en la Asamblea de Madrid, órgano representativo de todas las madrileñas y macdrileños, no solo de los que la votan; “secuestra” unas actas de la Policía Municipal que explican perfectamente el estado de abandono que sufrieron las personas en las residencias; y como colofón bloquea en sus redes a los familiares, que tendrá enfrente hasta que se depuren responsabilidades.
“Señora, porque soy educada, no porque merezca ese título, vamos a ser su peor pesadilla, y cada noche cuando vaya a dormir recordará este número: 7.291”.
Así se lo deseamos las y los huérfanos de padre o madre, las hermanas y hermanos, las y los nietos, los y las amigas de aquellas personas que abandonó en la más cruel y miserable decisión política, con sus protocolos de la vergüenza, sus protocolos de la muerte.
Estas familias que después de cuatro años no pueden cerrar su duelo y no olvidan su pena y dolor cada día.
¡Por ellas, por ellos!