¿Por qué necesitamos un Futuro Vegetal?

Futuro Vegetal

La crisis climática es una realidad innegable. El IPCC, el panel de expertas para el cambio climático de las Naciones Unidas, ha estimado como muy probable que sobrepasemos el límite de aumento de la temperatura media de la Tierra marcado en el Acuerdo de París, el famoso 1.5ºC que pintamos en el Museo del Prado el pasado noviembre, antes de que acabe la década. Esto significa que de aquí a 2030, en menos de 7 años, veremos millones de migraciones forzosas consecuencia de sequías casi perpetuas, heladas más frecuentes y frías y otra serie de fenómenos climatológicos extremos que comprometerán seriamente nuestra capacidad para producir alimento. En definitiva, nos enfrentamos a un sufrimiento global como no podemos imaginarnos. Estamos hablando de hambrunas, represión y muerte, también dentro de nuestras fronteras.

Estamos jodidas

En el caso de la Península Ibérica, una de las regiones europeas más vulnerables a los efectos de esta crisis, llevamos varios años viéndole “las orejas al lobo”, tanto que lo tenemos encima y royendo nuestro tobillo. Las pérdidas de cosechas por la sequía y el calor extremo se han triplicado en Europa en los últimos 50 años. En el Estado español, dependiendo de la región, las pérdidas de 2022 llegan al 60% de los cultivos. Nuestro sistema agroalimentario es especialmente vulnerable a los efectos de la crisis climática. El modelo por el que se lleva apostando desde hace décadas desde las instituciones es el agroindustrial. Este modelo consume los recursos hídricos de la región (el 70%), contamina el agua restante, se encuentra entre los principales emisores de gases de efecto invernadero, concentra la propiedad de la tierra en pocas manos, favorece la despoblación rural y la desaparición de empleo, viola los derechos laborales y animales, arrasa con el suelo y la biodiversidad, fomenta el neocolonialismo extractivista y son de sobra conocidas las violencias sexuales que los hombres imponen a las mujeres en el sector. De todo esto, el máximo exponente es la ganadería, de la que exportamos un 60% de la producción (principalmente a China y Francia) y consume más de dos tercios de las tierras de cultivo.

El Gobierno ha subvencionado este modelo agroalimentario con más de 800 millones de euros durante los últimos dos años. Si sumamos las ayudas de la PAC (Política Agraria Común) dependiente de la Unión Europea, nos vamos a más de cinco mil millones de euros. Todo este dinero se está dedicando a parchear la situación de los productores que ven cómo las grandes corporaciones compran sus productos a un precio ridículo y no ven más solución que seguir presionando al Gobierno para continuar con la subvención que les permite llegar a fin de mes. El grueso del sector no cree en un cambio de sistema, quiere sobrevivir en éste en tanto que sea posible. Sin duda, un problema derivado de la concentración de la tierra (y, por tanto, de las subvenciones) y la precarización de los minifundistas, consecuencias ambas del propio modelo.

La Asamblea Ciudadana por el Clima, celebrada el pasado año, recogía en sus conclusiones más de una decena de recomendaciones encaminadas al cambio de sistema agroalimentario. Todo ese dinero público que actualmente se está destinando al continuismo debería derivarse a promover estas alternativas. Eso es justamente lo que pretendemos desde Futuro Vegetal: queremos que las subvenciones que se destinan a la ganadería y que favorecen a las grandes corporaciones al abaratar sus costes al tiempo que transforman al campesinado en dependientes de la subvención se deriven a alternativas social y ecológicamente responsables basadas en vegetales.

Para ello, teniendo en cuenta la urgencia del asunto y la poca o nula predisposición que encontramos en las instituciones, no nos queda más remedio que acudir a mecanismos de transformación social profunda y rápida. Estamos totalmente convencidas de que es el momento de llevar la desobediencia civil no violenta a una escala mayor. La disrupción tiene que ser continuada e intensa. No tenemos margen de error cuando estamos hablando del futuro de las próximas generaciones, de nuestro futuro inmediato y del presente de miles de millones de seres (humanos o no) que sufren las consecuencias de mantener este sistema. Necesitamos todo lo que esté a nuestro alcance: aparecer en medios, generar daño económico a estas empresas, explicar la realidad que vivimos y generar tensión social para que el más que necesario cambio se dé cuanto antes. Cada año que pasamos manteniendo este sistema agroalimentario nos acerca más a un escenario inmediato de hambrunas, sequías y muerte.

Tenemos una responsabilidad histórica con quienes lucharon por nuestros derechos y con las próximas generaciones. Tenemos que estar a la altura del momento histórico que vivimos. Tenemos que hacer todo lo que podamos por parar el daño.

HEMEROTECA

Solidaridad en Acción

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