Mujer

Columna Norte

Aunque no es lo que deseamos, y aunque estamos luchando todas juntas por cambiarlo, la realidad es que hoy las mujeres no solamente lidiamos lo mejor que podemos con nuestra propia salud, sino que nos encargamos en buena medida de la salud de nuestras familias.

Somos en su mayoría mujeres quienes acompañamos al médico, pedimos las citas, vamos con la receta a la farmacia, estamos pendientes de las curas, de las revisiones, la rehabilitación y el seguimiento. El deterioro de la sanidad pública hace que gastemos en ello mucho más tiempo (las horas tratando de contactar por teléfono, las horas pasadas en la sala de espera de urgencias para algo que podría tratarse en el centro de salud, los desplazamientos a centros sanitarios alejados…), y nos aumenta considerablemente la presión, la angustia y la carga mental (los días o semanas de incertidumbre hasta poder acudir a una cita que se aplaza, la presión de no poder cambiar esa cita porque a saber cuándo tendrás otra, la inaguantable impotencia ante el sufrimiento de las personas queridas…).

Al hospital se va, al centro de salud te acercas. El injusto reparto de las tareas de cuidado hace que las mujeres en su mayoría suframos la desaparición interesada y progresiva de lo que la Atención Primaria debe también ser: el lugar donde recibir información sobre los cuidados a la infancia y a las personas mayores, sobre una alimentación adecuada o los gestos que pueden salvar nuestras vidas o hacerlas más llevaderas (primeros auxilios, vacunación, ejercicio y dieta, buenos hábitos de prevención). El centro de salud del barrio, cercano, cotidiano, con personal médico que nos conoce y conoce a nuestra familia, tiene que volver a ser ese lugar a donde nos acercamos para contar con libertad (sí, con libertad) los síntomas que nos preocupan, para recibir seguridad, para confirmar sospechas, para calmar nuestras dudas.

Aunque no es lo que deseamos y estamos luchando todas juntas por cambiarlo, la realidad es que muchas mujeres que trabajan en la sanidad pública en todas sus categorías (limpiadoras, administrativas, celadoras, enfermeras, médicas) comparten con el resto de nosotras la precariedad económica y la dificultad de compatibilizar las tareas de cuidados con la vida laboral. Cualquier deterioro de esas condiciones laborales (precariedad, intermitencia, cambios de destino inesperados, sobrecarga de trabajo, de horarios, guardias interminables) y cualquier consecuencia de ese deterioro (impotencia, angustia, estrés, aumento de las horas fuera de casa, desplazamientos inasumibles, incertidumbre económica) las afecta por lo tanto en mayor medida. Su lucha es la nuestra, nuestra lucha es la suya.

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Solidaridad en Acción

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