Asamblea Popular
de Carabanchel
“Todo Madrid sin camas y Urgencias al 200%”. Este mensaje de un médico resumía la situación de las Urgencias hospitalarias madrileñas a mediados de noviembre. Y según nos avisan los y las profesionales sanitarios, lo peor está por llegar. Aunque las Urgencias se saturan en estas fechas año tras año —cuando las temperaturas bajan se disparan las enfermedades respiratorias—, este otoño el colapso promete superar todo lo visto en periodos prepandemia.
Estos días, en las Urgencias del Hospital 12 de Octubre, que da cobertura sanitaria a buena parte del sur de la capital, han atendido una media de 250 niños y niñas cada día. Y 350 cada día de los los fines de semana. Una barbaridad provocada por una epidemia de bronquiolitis, y otras enfermedades respiratorias ligadas a la gripe, a la COVID —que ya se ha hecho endémica— y a otras dolencias respiratorias. Pero estas enfermedades, la mayor parte de ellas estacionales y que no requieren ingreso hospitalario, por sí solas no explican el tapón en los grandes hospitales de Madrid. Por ejemplo el pasado 15 de noviembre en el Hospital de La Paz había 50 pacientes para 18 camas en una sala de urgencias. Y en el Clínico, 71 pacientes en otra sala con camas para 30.
Y es que los recortes en la sanidad pública madrileña también han golpeado a su sistema de urgencias y sus costuras ya no aguantan.
El SERMAS, el Servicio Madrileño de Salud, cuenta básicamente con dos niveles asistenciales: la Atención Hospitalaria y la Atención Primaria. Y aunque cada uno de estos niveles tiene un sistema de urgencias, forman parte de un todo y están interconectados. Lo que le ocurra a uno afectará inevitablemente al otro.
Las urgencias extrahospitalarias, las de la Atención Primaria, han sido dinamitadas por la Comunidad de Madrid. Antes de la pandemia, este primer nivel asistencial contaba con dos tipos de servicios de urgencias, uno para las zonas rurales formado por 40 Servicios de Atención Rural (los SAR), y en la zona metropolitana la atención urgente corría a cargo de 37 Servicios de Urgencia de Atención Primaria (los SUAP). Esto hacía cerca de 80 dispositivos de urgencia de cercanía, con sus equipos de profesionales completos, que complementaban la Atención Primaria por las noches, los festivos y los fines de semana; es decir, cuando los centros de salud cierran.
Ahora mismo, tras el sexto cambio impuesto por la Consejería de Sanidad de Madrid, solo diez de estos centros urbanos (de los 37 antes denominados SUAP) tendrán médico o médica y una plantilla básica de profesionales de cada categoría. Se desconoce en qué horario, qué jornada laboral, etc. El resto de estas urgencias urbanas, 27 dispositivos, solo estarán atendidas por personal de enfermería, personal que no puede atender más que un número muy reducido de situaciones (por ejemplo no pueden recetar medicamentos). En cuanto a las urgencias extrahospitalarias rurales, los SAR, la única parte del SERMAS que salió relativamente indemne del sobreesfuerzo de la pandemia y que incluso mantuvo su funcionamiento al 100% durante los peores momentos de la COVID, la Consejería acaba de desmantelarlos el 27 de octubre. Y aunque el Gobierno madrileño parece haber dado marcha atrás y afirma querer reabrirlos con todos sus equipos, en estos momentos no está nada claro qué dotación de profesionales les queda ni cómo van a funcionar. Por lo pronto ya se han producido 30 renuncias de los facultativos y facultativas —cerca de un 15% de su plantilla—.
La actual saturación en los hospitales tiene mucho que ver con esto. Como denunciaba un trabajador de la sanidad en un periódico: “Éstos son los efectos del cierre de las urgencias extrahospitalarias y su falta de profesionales. Los pacientes al saber que muchos de estos centros están cerrados o atienden sin médico o sin enfermera se vienen a las urgencias de los hospitales y se colapsan”.
Y mientras tanto, ¿qué le ha pasado a las urgencias hospitalarias? Pues están también heridas por los recortes. Sirva como ejemplo la situación del servicio de Urgencias del Hospital Infanta Sofía, en San Sebastián de los Reyes (Madrid), que llevó a sus profesionales a mantener una huelga durante varias semanas el pasado octubre. “Tenemos un déficit de profesionales tan importante que en los últimos tres años nos estamos obligando a hacer más guardias que las permitidas por el descanso obligatorio. Además los últimos meses empezamos a temer por la calidad asistencial y por la seguridad de nuestros pacientes. En 2008 había unas 15 camillas en la urgencia del hospital y en este momento tenemos más de 60 atendidas por el mismo personal asignado de guardia”, explicaba una urgencióloga.
Como dicen con sorna en las protestas en defensa de la sanidad, “vecina, mejor no caigas enferma, que no hay donde curarte”.