Brutalidad policial: la normalización de la violencia, el racismo y la impunidad

Es Racismo

En la tarde del sábado 15 de abril de 2023, en la plaza de Lavapiés se volvió a vivir un acto de violencia y abusos policiales. En esta ocasión contra varios jóvenes migrantes (dos de ellos acabaron detenidos) y un gran número de transeúntes que increparon a la policía municipal por su actuación desmedida.

Alrededor de las 20:30, en la esquina en la que se cruzan la calle Argumosa y la calle Valencia enfrente del metro Lavapiés, dos personas que se encontraban ahí comenzaron una discusión que casi llegó a las manos. Dicha pelea fue detenida en cuanto el grupo advirtió de que estaba presente la policía, y se disolvieron con el fin de poner término a la disputa. En ese momento fue cuando varios policías se acercaron a uno de los chicos racializados para saber qué había ocurrido. Una testigo nos indica que ella se acercó a donde se encontraban la policía y el chico, ya que sospechaba que algo iba a ocurrir.

Los agentes que se encontraban en la plaza habían observado el conflicto, y sabían que no se había cometido ningún delito o infracción por parte del grupo de jóvenes. Aun así, decidieron acercarse a uno de los jóvenes y pedirle que se identificara, sin haber ningún motivo para la identificación administrativa.

Al principio, el chico se niega a identificarse porque según él mismo “yo no he hecho nada, ¿por qué tengo que identificarme?”. En el momento en el que empezó a sacar su identificación uno de los policías arremete violentamente contra él y procede a su detención. Él se resiste al desconocer el motivo de la misma, y en los vídeos se puede notar el desconcierto de la gente que graba, que indican explícitamente: “Ya te ha enseñado los papeles, ¡no ha hecho nada! ¿Qué más quieres? ¿Lo van a llevar por eso?”.

Su resistencia trajo consigo refuerzo policial y un aumento gradual de la violencia ejercida por los agentes tanto a los jóvenes como a todo aquel que pasaba por la plaza y les recriminaba su actuación.

Un chico racializado que vestía una camiseta naranja es retenido por acusarlos de racistas. Durante su retención el uso de la fuerza es tan desmedido que el chico comienza a tener dificultades al respirar debido a que uno de los policías le estaba presionando la rodilla contra su espalda, complicando cada vez más su capacidad respiratoria. Este hecho y los gritos de auxilio del mismo chico, son los que dan la alarma a todas las personas transeúntes que se encontraban en el lugar.

Uno de chicos que estaba tendido en el suelo con dos policías sobre él grita: “No he comido desde ayer… Tú me estás haciendo esto cuando yo no he hecho nada. La gente que está haciendo problemas está suelta por la calle. Cuando tú me pediste la documentación yo te la doy y me haces esto”

Mientras esto ocurría, unos de los tantos policías que se personaron trataban de amedrentar a las personas que se encontraban alrededor a través de amenazas y del uso de la fuerza contra ellos. Durante estas acciones, empujaron y golpearon a una mujer racializada que sostenía a su hija menor de 2 años de edad y a otros a otros jóvenes adolescentes racializados que se encontraban por la zona. También se debe destacar el golpe que se llevó, según lo relatado por un testigo, una de las mujeres que estaba tratando de calmar las aguas y pidiendo a uno de los detenidos que se calmara. Esto ocurre en cuanto uno de los policías comienza a oír a la mujer hablar en árabe.

Tras estas actuaciones denunciamos y exigimos responsabilidad a los Cuerpos de Seguridad del Estado frente a la violencia racista y desproporcionada que se vive a diario en el barrio de Lavapiés. El uso público de las calles no debe estar condicionado a la situación administrativa, al color de piel, a los rasgos, a la religión que se practica, a la cultura y origen. Violentar a las personas racializadas por el hecho de serlo con identificaciones por perfil étnico racial o con actuaciones desmedidas de asedio policial es una forma de ejercer control y poder a través del miedo y el amedrentamiento. Así mismo, éstas son formas de criminalización de las poblaciones racializadas asentadas en un racismo estructural que parte de manos de instituciones del Estado opresoras: los cuerpos de seguridad. Denunciar estas actuaciones racistas nunca debería ser motivo de cárcel ni exponerte a una agresión desproporcionada. Estas prácticas policiales no deben estar normalizadas.

Los residentes del barrio de Lavapiés-Embajadores están hastiados de tener que enfrentarse todos los días a las actuaciones racistas, asedio y persecución de los Cuerpos de Seguridad del Estado por el simple hecho de ser un barrio donde residen y transitan personas racializadas y migrantes. La hipervigilancia que forma parte del día a día de las calles de Lavapiés es un modo de control y coacción del uso que hacen las personas racializadas del barrio en el que habitan. La identificación por perfil étnico-racial es un modo de justificación de esa hipervigilancia.

Los residentes del Barrio de Lavapiés-Embajadores están hastiados de tener que enfrentarse todos los días a las actuaciones racistas, asedio y persecución policial

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