Rebelión o Extinción

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Nunca se ha oído hablar tanto de la crisis climática como ahora. Ya sea por las acciones de desobediencia civil de los científicos en Alemania, por las intervenciones de activistas climáticos en museos, aeropuertos o carreteras o por el protagonismo de la COP 27 en Egipto.

Mucha gente ha expresado su indignación por las acciones supuestamente “vandálicas” en los museos, sin reparar en el hecho de que no se ha producido ningún daño y no queda ni rastro en ningún cuadro ni sala de museo de tan llamativas intervenciones. La desesperación empuja a la juventud presa de ansiedad frente al futuro a buscar un eco mediático que no ha conseguido hasta ahora aunque se hayan realizado acciones de protesta frente a Repsol, Iberdrola, ministerios y Parlamentos. Desgraciadamente, la naturaleza no está protegida por ningún cristal ni ningún marco, y es el tejido mismo de la vida el que se está rompiendo: miles de muertos en Pakistán por las inundaciones, miles de víctimas de incendios, sequías, olas de calor…. como para subrayar la emergencia, el cambio climático y la crisis ecosocial que lo acompañan se manifiestan aparatosamente por todo el planeta. Ya no es momento de tergiversar, hay que pasar a la acción.

Los científicos llevan décadas avisando y ahora, definitivamente, han hecho sonar la alarma. Ellos también se rebelan. El sexto informe del IPCC (el Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático) advirtió en abril que estábamos en “alerta roja”, que la ventana de oportunidad para contener la temperatura por debajo de 1,5 º Celsius con respecto a la era preindustrial —el umbral de seguridad que se fijó en el Acuerdo de Paris en 2015— se estaba cerrando rápidamente. Ya habían demostrado, en varios informes, que la diferencia entre una subida de temperatura de medio grado, de 1,5º a 2º, era crucial, ya que agravaría considerablemente los impactos del cambio climático en todos los ámbitos: elevación del nivel del mar y acidificación de los océanos, muerte de los arrecifes de coral, desaparición del hielo ártico, olas de calor, incendios, sequías, disponibilidad de agua, desaparición de especies, etcétera.

Desgraciadamente, el objetivo de no superar 1,5º en este siglo ya es inalcanzable. Puede que en solo nueve años ya alcancemos ese límite que nos habíamos fijado para 2100. Hemos perdido esa oportunidad por no saber coger las riendas de nuestro destino, por no atrevernos a acometer los cambios radicales que se necesitan para cambiar este modelo económico que nos lleva a la extinción. Ahora se está perfilando una posible subida de temperatura de 2,5º o 3º en el mejor de los casos. Cada décima de grado importa sabiendo que los gases de efecto invernadero acumulados en la atmósfera no desaparecerán por arte de magia aunque reduzcamos las emisiones y cada décima de grado multiplica los efectos adversos y los fenómenos meteorológicos extremos. Esto afectará a las cosechas, y si añadimos la desaparición vertiginosa de insectos polinizadores fundamentales para nuestra alimentación, es para echarse a temblar. Sin contar con el hecho de que se están activando varios puntos de inflexión interconectados (derretimiento del hielo marino, del permafrost, de las capas de hielo de Groenlandia y del Antártico, desaparición de la selva amazónica y cambio de la circulación de las corrientes marinas del Atlántico) que pueden desencadenar un efecto dominó, producir transformaciones irreversibles y comprometer seriamente la vida en la Tierra.

No se trata de ser agorero ni disfrutar asustando a la sociedad, se trata simplemente de decir la verdad y señalar claramente el camino para mitigar tanto desastre: salir de la economía de los combustibles fósiles. Actuar ya para descarbonizar lo antes posible la industria y la economía. Y puesto que Gobiernos y empresas son incapaces de renunciar a esta funesta adicción a la economía fósil, darle voz a la sociedad que tendrá más agallas y se comprometerá a hacer lo necesario para preservar la vida de sus seres queridos.

Eso es lo que pedimos en Rebelión o Extinción: verdad, acción y asambleas ciudadanas para ampliar la democracia. Nosotros no cesamos en el empeño. Nos rebelamos por la vida, nos rebelamos para no extinguirnos. Luchamos contra la inacción de los Gobiernos frente a la emergencia climática y lo hacemos mediante la desobediencia civil porque el tiempo apremia y todo lo que se intentó antes (manifestaciones, peticiones, partidos políticos) no ha sido suficiente para estar a la altura del desafío y la amenaza para la humanidad. Llevamos a cabo acciones disruptivas, perturbando ciertamente la normalidad pero ateniéndonos siempre a la no-violencia, que es un principio básico de nuestro movimiento.

Se nos ha tachado de violentos, la prensa dice que “atentamos” contra el arte o la propiedad privada cuando alguien se pega a un cuadro o a un coche de lujo, cuando taponamos con cemento hoyos de un campo de golf, cuando teñimos de rojo el Congreso de los Diputados derramando jugo de remolacha. Ninguna de estas acciones ha causado ningún daño. Vayan y comprueben si queda algún rastro. Se han hecho de manera medida y consciente para no provocar ningún perjuicio duradero, pero nos llaman “vándalos” y la Fiscalía incluso nos considera “terroristas”, ya que la acción del Congreso fue investigada por la Brigada Antiterrorista. Cuando Sam y Alba se pegaron a los cuadros de las Majas de Goya también detuvieron a dos periodistas de El Salto. No solo no dicen la verdad sobre la gravedad de la crisis climática y ecosocial, sino que persiguen a la prensa que se atreve a informar.

Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, lo dice bien claro: “Se presenta a los activistas climáticos como peligrosos radicales, pero los verdaderamente peligrosos son los países que están incrementando la producción de combustibles fósiles”.

Tenemos pocos años para reaccionar, pero podemos mitigar el impacto del cambio climático si actuamos ya. Os invitamos a uniros a la rebelión: no solo hacemos acciones en la calle, también organizamos talleres, formación y charlas de sensibilización. Nunca ha sido tan necesaria la participación de la sociedad civil. Solo con su fuerza podremos hacer frente a esta amenaza sin dejar a nadie atrás, defendiendo la justicia climática. Solo una ciudadanía formada e informada puede acometer los cambios necesarios, renunciar a lo superfluo y aceptar el decrecimiento como una opción deseable y razonable.

Os esperamos en Rebelión o Extinción con amor y furia.

HEMEROTECA

Solidaridad en Acción

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