@sukyautodefensa facilitadora en Efecto Red Coeducación y Biodiversidad.
La violencia machista está fuera de interpretaciones u opiniones subjetivas, los datos hablan por sí solos. La violencia contra las mujeres es una lacra social a erradicar, y desde organismos internacionales como ACNUR se nos apuntan cifras escalofriantes: cada 3 segundos una niña es obligada a casarse, una de cada 3 mujeres ha sufrido violencia física o sexual en el mundo, 3 millones de niñas son víctimas de ablación cada año, el 71% de las víctimas de trata son mujeres y niñas, el porcentaje de niñas objeto de tráfico sexual entre 2004 y 2014 se duplicó, las mujeres de entre 15 y 44 años tienen más riesgo de sufrir violencia de género que de sufrir cáncer, accidente de tráfico o malaria. El panorama nacional es desalentador y alarmante, solo en el tercer trimestre del pasado año se interpusieron 49.479 denuncias por violencia de género, según atestados policiales. No podemos imaginar qué datos son los reales, ya que no todas las mujeres se atreven a denunciar. Según el informe estadístico relativo a la evolución de la delincuencia elaborado por el INE, en 2021 se registraron 3.196 delitos contra la libertad sexual, lo que supuso un 34,6% más que el año anterior y un 18,0% más que en 2019. Esto nos asegura exponer que la violencia sexual va en aumento.
En el ámbito laboral tampoco nos libramos de agresiones constantes, según la “Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019”, que reveló que el 40,4% de las mujeres mayores de 16 años en España ha sufrido acoso sexual en algún momento de su vida, y un 17,3% del total de mujeres que han sufrido acoso sexual son en el trabajo, por lo tanto prácticamente 1 de cada 5 mujeres acosadas sexualmente lo ha sido en el ámbito laboral. Desde este mismo estudio se saca que el acoso reiterado o stalking lo sufren el 15,2% de las mujeres españolas en algún momento de su vida, y el 4,1% señala a su jefe o supervisor como el agresor, mientras que el 7,3% indica que fue otra persona, hombre, también del trabajo. Las entrevistas laborales tampoco quedan exentas de estas prácticas violentas: las acciones con contenido sexual recibidas por las mujeres entrevistadas son chistes de carácter sexista (83,1%), piropos y comentarios sexuales (74,8%), gestos o miradas insinuantes (73,3%), contacto físico (67,0%) y peticiones e invitaciones de naturaleza sexual (30,9%).
Los asesinatos machistas son solo la punta de un iceberg que deja de manifiesto la estructura violenta y dominante que realiza la sociedad patriarcal contra las mujeres. Por terminar con los datos, en 2021 se asesinaron 82 mujeres en el Estado español, en 2022 fueron 99 y en los 19 días que han pasado del recién estrenado 2023 son siete las mujeres a las que se les arrebató la posibilidad de vivir, y no sé cuantas más contabilizaremos en el momento que estés leyendo este artículo.
La violencia de género vulnera el derecho a la libertad: no solo de las mujeres que la sufren, sino que sirve como recurso abstracto e invisible para el control de la vida de todas las mujeres, sustrae el derecho a decidir a través de la discriminación y la coacción. Desde que somos pequeñas se nos educa en el miedo al hombre, una figura cercana sin nombre concreto pero del que debemos tener cuidado. Algunos ejemplos en el imaginario colectivo son el hombre del saco o el lobo de caperucita.
Además de todas las leyes y recursos, absolutamente necesarias desde las instituciones para sensibilizar, prevenir y reparar la violencia de género, las mujeres tenemos un recurso propio autogestionado desde la autodefensa feminista, una disciplina holística teórica-práctica que desarrolla capacidades de respuesta frente a la violencia sufrida. Fomentando la capacidad de comunicación y empoderamiento se impulsa el aprendizaje de la gestión emocional frente a las problemáticas de pareja, desmontando los mitos del amor romántico reeducamos nuestra estructura en los vínculos y practicamos herramientas de autodeterminación fomentando nuestra independencia.
Los grupos de autodefensa feminista no tienen como único objetivo defendernos de la violencia física, sino que resignificamos juntas nuestros cuerpos y mentes después de tantas violencias sufridas, las nombramos e identificamos aunque sigan sucediéndonos a menudo y las sanamos en colectivo. Reconocemos qué significa ser mujer en una sociedad patriarcal que nos discrimina solo por el hecho de serlo; reaprendemos a amarnos, habitando nuestros cuerpos con alegría, dando rienda suelta al placer y generando la idea de que somos seres con derecho a gozo. Esta transformación no la hacemos solas, nos tenemos a nosotras mismas dando valor a nuestra independencia y reconociéndonos como sujetos activos de nuestra propia vida. Por otro lado, el grupo garantiza esa sensación de manada dando importancia a lo colectivo.
Es un espacio donde realizamos un conjunto de acciones que nos proporcionan salud emocional, salud mental, y por lo tanto como resultado existe una mejora en nuestra salud física, ya que baja nuestro cortisol y sube la oxitocina. Se generan acciones de autocuidado, escuchando nuestras necesidades, haciendo posible el reaprendizaje de vivir sin culpa después de poner límites. La práctica de la autodefensa con perspectiva de género es una herramienta para valorar nuestras decisiones sin presión, esto que la mayoría de los hombres lo vivencian con total naturalidad, a nosotras, a través de una educación basada en el cuidado a los demás, en agradar o en ser tierna, nos cuesta colocarlo. Se experimentan situaciones de crecimiento y autoconocimiento para vivir en plenitud
Todas merecemos una vida libre de violencias y sin miedos, por eso tenemos el derecho de defender nuestra existencia y defendemos con la autodefensa.