La indecente impunidad social

Núria González / eltaquigrafo.com

Cuando una sociedad es capaz de mirar para otro lado mientras se asesina a sus ciudadanas, es que esa sociedad ya no tiene futuro y ha perdido la decencia y la capacidad de apreciar el apego por la vida y por la civilización.

Y puede vivir en la más profunda hipocresía, como nos pasa a nosotros. Dando grandes muestras de solidaridad (al menos de boquilla) por los refugiados de la guerra de Ucrania, o celebrando la paz y el amor de las Navidades, mientras asesinan a una conciudadana cada pocas horas.

Podemos enzarzarnos en discusiones hermenéuticas sobre la renovación de la cúpula del poder judicial o sobre el más que requetesobao “procés”, pero la verdad es que ni una cosa ni la otra ha costado ni costará, por suerte, una sola vida humana, mientras que ya van más asesinadas por violencia machista que todas las víctimas de ETA juntas y que a la mayoría de la población ni le interesa.

Cuando una sociedad pierde la capacidad de sobrevivir como tal, tiene Gobiernos que ante una oleada de asesinatos machistas su única respuesta es el tweet de corta y pega de rigor, y la gente no los hace dimitir.

Porque entiendan algo, aunque no lo puedan creer o su cabeza se niegue a procesarlo: no hay ningún problema mayor en un país que que asesinen a sus ciudadanas. Ni la pobreza, ni los desahucios, ni la inflación, ni las guerras, ni nada. Porque muerta ya no eres pobre, porque muerta no necesitas casa, porque muerta ya da igual lo que suban las cosas y porque al final tú eres la muerta en esta guerra eterna contra las mujeres.

Exigir el derecho a vivir una vida libre de violencia es una cuestión de supervivencia para la sociedad en su conjunto. Si pasa y no lo hace, ya no hay nada que rescatar, puesto que estamos ante un Estado fallido incapaz de proteger a sus nacionales y ante una sociedad que está igual de muerta que las cinco mujeres asesinadas en nuestro país en las últimas 36 horas.

La impunidad social está garantizada para los feminicidas y agresores machistas. La penal quizá no, pero el reproche conjunto y la expulsión de los círculos de convivencia ni se les ha aplicado ni se les aplica a los maltratadores. Ahí radica el problema. Si no hay señalamiento social jamás acabará la violencia feminicida. Igual debe pasar con los puteros, los pederastas, los “compraniños” mediante vientres de alquiler, los proxenetas, los violadores y toda la purria de machos violentos que entra y sale de la cárcel como Pedro por su casa con aires de hombres respetables.

El pasado 30 de diciembre se convocaron concentraciones de rechazo a los múltiples asesinatos machistas de los últimos días de diciembre. Las plazas se quedaron vacías. Hipócritamente, a la noche siguiente esas mismas plazas estaban hasta la bandera de gente comiendo uvas. A la situación no le cabe ni un gramo más de patetismo.

Pero no pasaría lo mismo si las cinco personas asesinadas en las últimas horas no hubieran sido solo mujeres. Pienso en que si en lugar de solo cinco mujeres hubieran sido cinco políticos, cinco negros, cinco gais o cinco personas “trans” los asesinados, cómo estaría el país entonces. Cuántas comisiones de urgencia y ruedas de prensa habría convocado el Gobierno, cuántas horas y horas de televisión habrían emitido en todos los canales, cuantísimas manifestaciones de rechazo con gente de todos los partidos dándose codazos para salir en la foto habría… Pensar todo eso me señala la más rotunda soledad en la que nos encontramos las mujeres y lo rápido que se ha convertido España en otro más de la lista de los Estados feminicidas.

Mañana habrá más muertas, y por suerte para nuestra más muerta conciencia habrá otros titulares que nos hagan olvidar.

HEMEROTECA

Solidaridad en Acción

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