El futuro del sindicalismo

Guillén del Barrio

Estamos en el palacio de congresos de la ciudad de Oberhausen, en el corazón minero e industrial de la región alemana de Renania del Norte – Westfalia. El 12 y 13 de abril, las trabajadoras de seis hospitales de la región celebraron una convención para tomar decisiones clave sobre su campaña para conseguir un convenio digno. Un par de personas hemos viajado hasta allí para aprender de su lucha.

¿Qué tiene de interesante la lucha por un convenio en unos pocos hospitales de un rincón de otro país? En primer lugar, que van ganando. Y en segundo lugar, la forma en que lo están haciendo: son las trabajadoras quienes toman las decisiones clave y llevan a cabo las acciones más importantes.

Hace menos de dos años, una huelga de 30 días en los hospitales de Berlín conquistó una victoria rotunda para trabajadoras y pacientes. Ahora están aplicando todo lo aprendido a esta nueva lucha. Lo primero que están haciendo de una forma distinta a la habitual es formar una red que abarca cada planta y cada servicio de todos los hospitales. Durante meses han estado identificando a los referentes, las personas más respetadas y escuchadas por sus compañeras de trabajo. Después, cada servicio ha elegido a una delegada que sirva de enlace con el resto del movimiento, animando a presentarse para esta función a las referentes. Tras meses de trabajo, se ha formado una red de más de 300 delegadas, todas ellas implicadas activamente en la lucha por mejorar sus condiciones laborales.

Por esa razón, para la primera sesión de la convención han tenido que alquilar el palacio de congresos: son 400 asistentes.

¿Os imagináis una reunión de 400 trabajadoras de hospitales del Servicio Madrileño de Salud, todas ellas implicadas desde hace meses, para decidir cuáles son los siguientes pasos a seguir? ¿Y que esas 400 personas fuesen solamente de seis hospitales? Eso supone una delegada por cada 15 compañeras. Una red con mucha densidad, un altísimo nivel de participación. Imaginarse esto no es ninguna fantasía, porque en esta región hace un año no existía ninguna red. Su punto de partida fue el mismo que tenemos ahora en Madrid.

Volvemos a la convención, donde acaban de subir al escenario las dos personas que van a moderar el acto. No son liberados o empleados del sindicato con una gran experiencia hablando en público, sino trabajadores que forman parte de la campaña. El lema de la pancarta que ocupa el lugar central es “sin la cocina hospitalaria no hay nada que comer”. Aquí tienen claro que la lucha es conjunta, de todas las categorías laborales junto con los pacientes.

Tras las presentaciones, los asistentes se dividen en grupos de trabajo. Tienen que preparar las reivindicaciones que se van a presentar en la negociación para las distintas áreas de los hospitales: urgencias, psiquiatría, cocinas, medicina interna, mantenimiento… Los trabajadores de cada área han rellenado una encuesta con las mejoras que consideran más necesarias. Las delegadas han reunido toda esa información y ahora la ponen en común y le dan forma. Esas propuestas serán aprobadas en una votación antes de pasar a la mesa de negociación. Entre ellas, la recuperación de los servicios privatizados. En la última sesión general del día, se hace una pausa para que cada una de las 400 asistentes llame a dos o tres personas para pedirles que acudan al día siguiente al estadio del equipo de fútbol local, donde se llevarán a cabo las votaciones y habrá un acto con varios candidatos que se presentan a las elecciones regionales. Aunque inicialmente contestó con evasivas, el ministro de Sanidad de la región, candidato por el partido democristiano CDU, anuncia que finalmente acudirá al acto. Una primera victoria conseguida gracias a la fuerza que está ganando el movimiento.

Al día siguiente, el ambiente en el estadio es de lucha pero también festivo. A nadie se le escapa el significado del lugar, sede del equipo de fútbol más importante de esta región de mineros y trabajadores del metal. El propio presidente del equipo ha ofrecido el estadio, y el capitán junto con varios jugadores tomarán la palabra para animar a las trabajadoras en su lucha. Intervienen en el acto trabajadores de Amazon, del sector metalúrgico, asociaciones de pacientes, promotores de un referéndum para implantar una ley en defensa de la sanidad pública. Los asistentes nos vamos cargando de energía. Los candidatos a las elecciones regionales llevan una hora esperando a que les llegue el turno para intervenir, presenciando esta muestra de fuerza. Finalmente suben al escenario. Un conocido presentador de la televisión local les lanza preguntas de buen humor pero incisivas, de forma que los candidatos no puedan evitar las preguntas incómodas respondiendo vaguedades. El ministro de Sanidad, candidato del partido del Gobierno, pasa un mal rato intentando defender su actuación.

A los pocos minutos aparecen varias trabajadoras con una pancarta de unos seis metros de largo que contiene más de 11.000 firmas que se han recogido en los seis hospitales pidiendo un convenio digno. No se la pudieron entregar al ministro hace unos días porque estaba enfermo, así que lo hacen ahora delante de más de 600 personas. Piden a los políticos que se sumen a la iniciativa firmando la pancarta allí mismo. La expresión del ministro de Sanidad es difícil de describir. Entre aplausos y consignas, los candidatos de izquierdas firman la pancarta. Finalmente, el ministro firma también. El ruido es ensordecedor. Una demostración de fuerza de las trabajadoras organizadas ha obligado a todos los partidos a posicionarse públicamente de su parte. Sin embargo, el ultimátum sigue en pie: si no comienzan las negociaciones antes del 1 de mayo, irán a la huelga. Teniendo en cuenta que el 15 de mayo se vota en las elecciones regionales, los partidos no van a salir del paso solamente con declaraciones de buenas intenciones.

Éste es el futuro del sindicalismo, de la lucha de los trabajadores por mejorar nuestras condiciones de vida. Somos mucha gente luchando contra el deterioro de la sanidad pública en Madrid; a ninguno se nos escapa que vamos perdiendo. Seguimos retrocediendo, y desde la Marea Blanca no hemos dado con la forma de invertir esta tendencia. Pero hay gente en otros países que sí lo están consiguiendo. Hace pocas semanas se creó el primer sindicato en un almacén de Amazon de Estados Unidos. Varios grandes sindicatos llevan una década intentándolo, gastando millones de dólares. No lo habían conseguido hasta ahora porque Amazon gastó aún más dinero contratando consultoras “revienta-sindicatos” y obligando a las trabajadoras a asistir a charlas en las que les decían que debían votar en contra de tener un sindicato. Incluso las llamaban individualmente al despacho en varias ocasiones para seguir insistiendo. La derrota más reciente se produjo en Bessemer, Alabama, donde el sindicato RWDSU, con 100.000 afiliadas, había invertido varios meses de trabajo.

Esta primera victoria en el almacén JFK8 de Staten la ha logrado un grupo de trabajadores que se presentaban por primera vez a unas elecciones, formando un sindicato hace dos años sin apenas personal ni presupuesto. ¿Cómo lo han hecho? De la misma manera que en los hospitales de Berlín: han sido los propios trabajadores de las instalaciones quienes han hecho todo el trabajo. Durante meses han hablado con sus compañeros en los descansos, al salir del trabajo y en sus días libres. Han recibido recursos de grandes sindicatos, pero éstos han ocupado el lugar que les corresponde: apoyando el liderazgo y las decisiones de los trabajadores.

Es el mismo método que han seguido las 26.000 profesoras de Chicago y las 35.000 profesoras de Los Ángeles, que han conseguido detener el deterioro de la educación pública en sus ciudades.

En sus orígenes, el movimiento obrero que tantas conquistas logró fue un movimiento de masas, al que millones de personas hicieron su aportación. Democráticamente y sin burocracias. Tenemos que retomar ese camino, que funcionó entonces y vuelve a funcionar ahora.

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